Sinopsis

Comedia jovial acerca de un chongo que cree que su novia lo está dejando porque, en comparación con la pija de un amigo, él la tiene chiquita; muy frustrado por esta situación, decide seducir a un trolito que cursa con él en la escuela de cine, para posiblemente molerlo a palos y que aprenda a no ser puto. Seguida de un ensayo sobre la naturaleza del lenguaje experimental.

Sobre su producción

Hay una ética en el cine guerrilla, que se deduce del tipo de relación laboral, porque acá no sólo no hay sueldos, sino tampoco perspectiva de ganancias, y si nadie está trabajando por la plata, la vinculación entre quienes se agrupan para hacer obra así supone ciertas obligaciones de parte de quienes tienen la responsabilidad final sobre el material, entre cuyos mandamientos destacan que no se puede dejar una película sin terminar y que hay que evitar a toda costa descartar material que haya implicado la entrega de los artistas que colaboraron en esas condiciones. Así es cómo, de un mismo bruto de cámara, hemos editado dos películas gemelas, Heterofobia (2014) y Homofobia (2024), para honrar el trabajo volcado en esos días frenéticos de grabación en que, sin plata para comer, pero con una bicicleta y una cámara prestada, salimos a la calle a ver cuánto podíamos realizar de un guión que había sido pensado para condiciones mejores. Pero esto no es todo, hay aspectos relativos a los orígenes latinoamericanos del cine guerrilla, que a veces olvidamos (en parte por la despolitización yanqui del concepto), que tienen que ver con crear obras que contesten las formas respaldadas por las relaciones de mercado. A diferencia del cine industrial, con sus mundos alternativos, centrípetos, hacia el cual los espectadores huyen, el cine guerrilla plantearía una pantalla centrífuga, fundamental para una acción antifascista, que vuelque a las personas sobre la realidad, ¡para revolucionarla!

Sobre ¡Homofobia!

Plano de Plaza Constitución en imagen y Goyo Anchou toma la palabra: “esto es una comedia”, dice, “y si la estás pasando mal, ojalá este ratito te sirva para estar mejor”. Apenas empieza, ¡Homofobia! tiende su mano y nos invita a pasar, a divertirnos en medio de tantas pálidas. En este gesto no hay falsa modestia, no hay engaño. Tampoco es una manera de atajar a los espectadores para lo que se viene; Goyo Anchou es un cineasta demasiado genuino. Su relación con la palabra parece ser la misma que tiene con sus imágenes: la de ser un cineasta de la transparencia.

 

El plano de Plaza Constitución al amanecer, impávido y fijo como la mirada de un trasnochado, permanece a lo largo de la película mientras asoma el sol. Sobre esa imagen se despliegan recuadros con distintas escenas que van construyendo el collage de imágenes en movimiento que es ¡Homofobia!. Obsesiones, citas cinematográficas y ocurrencias ficcionales del director comienzan a amontonarse en pantalla, casi como fichas escritas con letra grande desparramadas sobre una mesa. Este discurrir desenfrenado de imágenes se conjuga con un drama nervioso que, como en los melodramas que Anchou estudió en su época de académico, comienza “por culpa de una traidora”.

 

Es fascinante lo papelonero que puede ser un hombre inseguro, acorralado y tocado en su orgullo. Tirarse a los pies de la amada, llorar por perdón, enojarse por una supuesta traición, sentirse Cristo en la cruz, dar un portazo, querer matarse y después querer matar a todo el mundo, son sólo algunos de sus arrebatos. El repertorio del hombre patético es infinito. Y el protagonista de ¡Homofobia! sigue a fondo este camino, alérgico a la vergüenza. Tan a fondo, que planea una posible solución: tener sexo con un chico gay de la facultad y después molerlo a golpes, o hacer una película porno con él. Se verá. Porque ellos, los gays, según dicta su homofobia latente, están para eso.

Entre el patetismo y la represión, se dibuja una tesis: la frustración del tapado es un arma de doble filo con la que siempre se termina cortando. El “Son todos putos…” del afiche de ¡Homofobia! baña de luz a esta cuestión que sobrevuela la película. La idea de transparencia en Anchou está por todos lados. Un concepto que a veces se asocia con la comodidad, la pereza o la falta de cintura para disfrazar. Pero la vanguardia (la vanguardia estética y política, esa que obsesiona al director) fracasa si se disuelve en la opacidad total. Y Anchou, un artesano rabioso y libidinoso de los márgenes, lo tiene muy en claro: salirse de los estándares implica asumir con orgullo y de frente la propia disidencia.

TOMÁS GUARNACCIA

Ficha técnica

CP  Liga Yago Blass
D Goyo Anchou
 Vicente Bustos
E Ariel Nuñez di Croce, Dennis Smith, Gianna Pérez Prado, Lorena Damonte, Alejandro Berón, Emiliano Figueredo, Salvador Haidar

BIO

Goyo Anchou (1973, Mar del Plata) es historiador y realizador argentino de cine guerrilla. Junto con un equipo encabezado por Claudio España escribió los libros Industria y Clasicismo (2000) y Modernidad y vanguardias (2002). Dirigió Safo, historia de una pasión (2003), La peli de Batato (2011, junto a Peter Pank), Heterofobia (2015) y El triunfo de Sodoma (2020).

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