Sinopsis
El repartidor está en camino es una película sobre los trabajadores de las apps de reparto. Durante la crisis del Covid-19 los pedidos de reparto crecieron exponencialmente debido a la cuarentena. Hay momentos del día en los que la ciudad parece ser sólo suya.
Sobre su producción
Podría decir que El repartidor está en camino es ante todo una película sigilosa. Cuando yo vivía con Victoria, la productora, estábamos encerradas por la pandemia y rara vez salíamos a hacer compras, a buscar vino o a dar una vuelta para respirar. Hasta que empezó a escaparse de la casa eventualmente “a filmar unas tomas”. Vestida de negro con sus anteojos de sol y el barbijo, como una famosa casi irreconocible, se escapaba muy temprano o muy muy tarde a la noche. No se podía salir a pasear, ¡mucho menos se podía salir a filmar! Era raro, se sentía como un secreto. “Hoy vamos a filmar paliers de edificios”. “No se puede filmar pero vamos a hacer las tomas desde arriba de un auto”.
Un tiempo después, pasado el encierro, yo también empecé a trabajar en Un Puma y acompañé desde la oficina su viaje a Venezuela con poquitas personas del equipo, y Martín, claro. Así es que ahora yo era cómplice del secreto o el secreto se había escurrido en mi vida. Estábamos construyendo el mundo de El repartidor está en camino con las secretas noches de Viki, con excels, viajes, malabares, con mensajes de audio que buscamos desesperadamente, con dudas, con noticias dolorosas, con trabajo. Siempre dando pequeños pasitos hacia este gran documental. A mí me tocaba organizar cosas pequeñas, detalles que por momentos parecían invisibles, y así fui aprendiendo cómo se trabaja en una película. La verdad, no sé cómo escribir sobre producir porque produciendo no hay mucha fantasía… ¿o sí?
ROSARIO REVIGLIO
Sobre EL REPARTIDOR ESTÁ EN CAMINO
En mayo de 2020, en plena cuarentena dura, Martín Rejtman consiguió un permiso y salió a filmar junto a su fotógrafo y su productora a esa figura de nuestro tiempo que es el repartidor. Antes o después estableció un criterio: el plano general (ese del Shopping Abasto en el que vemos a decenas de jóvenes con sus vehículos y mochilas, por ejemplo) no hace distinciones. El plano medio, donde emerge el personaje o su ademán, corresponde solo a los repartidores venezolanos. En apenas unos minutos, Rejtman presenta a un sujeto social. Primero con un cartel: “En las últimas dos décadas más del 20% de la población de Venezuela emigró a otros países. Durante ese periodo llegaron a la Argentina alrededor de 220.000 venezolanos”. Después, con el plano de la asamblea callejera en la que se habla (en argentino) de precarización laboral y de la responsabilidad de las empresas y el estado en las muertes de cientos de repartidores. Pero como sucede siempre en sus cuentos y películas, ahí donde existe fortaleza representativa (ahí donde se puede decir: figura de nuestro tiempo), Rejtman interviene en pos de singularizar lo que de otra manera solo podría repetir lo ya sabido. Trabajador por excelencia (otra vez: por excelencia) del capitalismo de aplicaciones, el repartidor es también un ícono. Las mochilas con el nombre de las empresas dicen una relación laboral y todo lo que en ella está implicado en términos de esfuerzo, espacio y tiempo. Los planos muestran además una relación entre el movimiento, los colores y las formas. Rejtman -cineasta indudable- se deja tentar por esto último y vuelve a poner a prueba su sistema de desplazamientos y series. La entrada de un edificio convoca a otras 36 entradas y conduce a un cambio de escenario: de Buenos Aires a Caracas. En la capital venezolana y en Colonia Tovar tiene lugar la segunda parte de la película, unida a la primera por el tema y algunos ecos: una asamblea universitaria reenvía a la asamblea de repartidores, el ensayo de un coro a un ensayo de rap, una clase de artes marciales a una clase de artes marciales. Un último cambio de escenario nos devuelve a Argentina, de manera que El repartidor está en camino recuerda la estructura de Copacabana, el anterior documental de Rejtman, dedicado a la comunidad boliviana en Buenos Aires. Acá, allá, otra vez acá. En cada movimiento, la cercanía con los personajes crece, en parte porque sabemos más de ellos, en parte porque -hay que ver y escuchar ese último plano– adquieren una dimensión que corresponde llamar poética.
JOSÉ MICCIO
Ficha técnica
CP Un Puma
Dir Martín Rejtman
P Jerónimo Quevedo, Victoria Marotta, Joao Mattos y Martín Rejtman
G Martín Rejtman
E Alejandro Kanzler, Fernando Antonio Salas Salcedo, Kevin Urquijo, Freeyber Lopez, Jesús Duran, Luis David, Galindo Almeida, Sthefany Guerra
DF Federico Lastra
M Andrés Medina
DS Marcos Zoppi y Emiliano Biaiñ
AD Ignacio Ceroi
BIO
Martín Rejtman estudió cine en la Universidad de Nueva York. Antes de su primer largometraje, Rapado (1992), escribió y dirigió el mediometraje Doli vuelve a casa (1984-2004). Más tarde realizó Silvia Prieto (1999); Los guantes mágicos (2003); el documental Copacabana (2006); Entrenamiento Elemental para Actores, codirigido con Federico León (2008); Dos disparos (2014), el cortometraje Shakti (2019) ; La práctica (2023) y El Repartidor está en camino, documental (2024). Durante los últimos años, ha habido varias retrospectivas de su obra (BAFICI; Pacific Film Archive, Berkeley, California; Festival de Valdivia; Harvard Film Archive; Jeonju International Film Festival, Corea del Sur; Lincoln Center, Nueva York; Tabakalera, San Sebastián; Cinemateca Portuguesa, MUBI, Filmoteca Española, etc.). Además de ser cineasta, es escritor: publicó Rapado (Planeta, Buenos Aires, 1992), “Treinta y cuatro historias”, Velcro y yo (Planeta, Buenos Aires, 1996), Literatura y otros cuentos (Interzona 2005/ Random House Mondadori 2018), y Tres cuentos (Mondadori, 2012), entre otros. En 2018 le fue otorgado el principal premio cultural de Argentina, el Premio Nacional de Cultura, por el guión de la película Dos disparos.